Esta sección está dedicada a darnos pasos concretos y prácticos para crecer en relación con nuestro maestro Jesús. Para ello la autora nos ayudará a continuar esta aventura de ser discípulos del Señor desde un nivel espiritual, bíblico, doctrinal y vivencial. A su vez nos llevará a reflexionar en dónde estamos en nuestra relación con el Maestro. También nos ayudará analizar como estamos reconociendo la voz del Señor en nuestras vidas y como estamos respondiendo a su llamado. Posteriormente nos enseñará a identificar las barreras que nos atan y no nos dejan cumplir fielmente nuestro llamado al servicio. Finalmente nos mostrara como la clave de un verdadero discípulo es el ser fiel a la misión que Jesús nos encomienda.
Teresa Rosero, cursó sus estudios universitarios en Brooklyn College, NY, donde obtuvo Maestría en Educación. También asistió al Seminario de la Inmaculada Concepción, en Huntington, NY, donde obtuvo una Maestría en Teología. Actualmente, trabaja para el Instituto Pastoral de la Diócesis de Brooklyn enseñando cursos de Teología a adultos hispanos. Es miembro del Comité Nacional Carismático de Servicio, y llegó a ser también Coordinadora Nacional del mismo.
1. Maestro, ¿Dónde vives?…Vengan y verán (Juan 1,38-39)
¿Existe el amor a primera vista? Las opiniones son diversas. No hay duda de que en los Evangelios sí existe el amor a primera vista. Las relaciones entre los seguidores de Jesús y Él empiezan con una mirada de amor y con una invitación. Él mira a la persona…y la invita. Muchos no se resisten a su mirada profunda. Ni lo piensan, ni lo analizan, simplemente se dejan llevar de ese amor intenso, e inmediatamente lo siguen. Unos cuantos, evitan su mirada y la invitación a seguirlo se queda esperando.
En esta historia específica que nos cuenta el mismo San Juan en 1, 38, Andrés y él, no pueden resistirse al magnetismo de la presencia de Jesús. Andaban con Juan Bautista, y cuándo éste les dice: “Ese es el Cordero de Dios”, empiezan a caminar detrás de Jesús, hipnotizados por su presencia. Cuando Jesús regresa a mirarlos la llama de amor se enciende y el diálogo se abre a la posibilidad de la realización de ese amor. “¿Qué buscan?” les pregunta Jesús, quizás para llevarlos a dar un paso más decisivo. Ellos ya saben lo que quieren y a quien quieren. Nunca lo han visto, ni nunca le han hablado, y al dirigirse a él le llaman ¡Maestro!. Con ansiedad, esperando tener una respuesta positiva, le preguntan: “Maestro, ¿Dónde vives?”. Los segundos que siguen mientras llega la respuesta son eternos. Jesús los sigue mirando con intenso amor. Ellos se sienten invadidos de una presencia abrasadora y avasalladora. Finalmente escuchan la tan esperada respuesta: “Vengan y verán”. Y dice la Palabra que ellos fueron y lo siguieron.
El encuentro fue tan impactante que el apóstol San Juan recuerda inclusive la hora. Nos dice que eran “las cuatro de la tarde”. Es la hora que marcó su vida para siempre, que lo convirtió en el discípulo amado del Señor, y que lo llevó al Monte Tabor, al Huerto de los Olivos, al pie de la cruz, a la tumba vacía, y al re-encuentro transformador después de la resurrección. Es decir, el encuentro personal lo llevó a vivir con el Maestro en las buenas y en las malas; a hacer lo que el Maestro hacía y a llegar a ser como el Maestro.
En la Renovación Carismática le llamamos a este encuentro “Bautismo o experiencia en el Espíritu Santo”. Y es a partir de este encuentro que la vida da un vuelco. De ahí en adelante hay un “antes” y un “después”. Es en este “después” donde empieza la historia del discípulo. Es en este “después” que se aprende a vivir con Él y de Él.
Un discípulo es el que sigue al Maestro; el que va detrás de Él; el que se sienta a escuchar Su Voz para aprender cada día más y más. Un discípulo de Jesús es el que se deja formar, informar y transformar por Él; a tal grado que eventualmente se parece a Él.
¿Cómo lograrlo? Jesús nos tiene la respuesta: “Vengan y verán” nos dice Él. Esa es la clave. Irse con Él en la oración diaria; en la meditación y estudio de las Sagradas Escrituras; en la práctica de la Eucaristía; en el desprendimiento de uno mismo y en el servicio a los demás.
Los grupos de oración de la Renovación Carismática Católica nos ayudan en este conocimiento del Maestro. Es allí donde muchos hemos tenido nuestro profundo encuentro personal con Él, y donde seguimos nutriéndonos.
“Vengan y verán”.
2.”El Maestro está aquí y te llama” (Juan 11,28b)
Marta y María están desoladas por la muerte de su hermano Lázaro. En cuanto Marta se entera que Jesús viene en camino sale corriendo a recibirlo para reclamarle con dolor que si él hubiera estado presente su hermano no habría muerto. María, en cambio, se queda en casa. Quizás no creía que Jesús vendría; o quizás estaba tan triste y deprimida que ni siquiera tenía fuerzas para levantarse y correr hacia Jesús.
Mientras tanto Jesús y Marta tienen un diálogo extraordinario en el cual Jesús le afirma a Marta que Él es la Resurrección y la Vida, y que el que cree en él no morirá para siempre. Con gran maestría, delicadeza, convicción y amor, Jesús le pregunta a Marta si ella cree lo que él está diciendo. Marta, que ya ha empezado a transformarse en el diálogo con el Maestro, le responde con gran firmeza: “Sí, Señor, yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios que ha de venir a este mundo.”
Dentro de este contexto de dolor, confusión y finalmente de una revelación de fe y confianza le llega a María el mensaje de Jesús: “El Maestro está aquí y te llama”.
Es preciso notar que la que lleva el mensaje es una Marta transformada por el contacto con el Maestro. Ya no es la Marta triste, quejumbrosa y acongojada que se presentó a Jesús en un principio. La Marta que habla al oído de María es una mujer diferente, convencida de que su amigo Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, anunciado por los profetas. Le habla despacio y bajito a María, como en secreto, para que nadie más se entere de que Jesús quiere ver a solas a María. Y ella, que hasta este momento solamente ha estado escuchando su propio dolor y las palabras de consuelo de los amigos, distingue la voz del Maestro en el mensaje de Marta, y corre al encuentro con el Amado. Llora a sus pies con tanto dolor que mueve a Jesús a llorar con ella, y a actuar resucitando a Lázaro.
En la vida nuestra, como discípulos de Jesús, también muchas veces no distinguimos su Voz porque estamos distraídos con otras voces, ya sean externas o internas. El ruido del mundo de hoy: televisión, música, carros, aviones, sirenas de policías y ambulancias, conversaciones, discusiones y otros tantos ruidos nos pueden bloquear la mente y los oídos.
Sin embargo, no son estos ruidos los más peligrosos. Son las voces internas nuestras las que verdaderamente nos impiden escuchar Su Voz. En definitiva, podemos encerrarnos en una habitación, apagarlo todo; pero si no apagamos nuestras voces de quejas, preocupaciones y dolores, no vamos a distinguir la voz del Maestro.
Necesitamos hacer silencio dentro de nosotros mismos; y re-encontrarnos cada vez con Jesús en la oración. Así podremos ser receptores de Su Voz, como María, y portadores, como Marta, del mensaje de Jesús para los demás.
“El Maestro está aquí, y te llama”. ¿Has distinguido Su Voz?
El discipulado empieza con el encuentro personal de Jesús entre Él y la persona a la que Él llama. En Mc. 2,14-17; Mt. 9,9-13; Lc. 5, 27-32, Jesús se detiene ante alguien que está haciendo su trabajo de cobrador de impuestos. Jesús lo mira con esa mirada cautivadora y magnética tan propiamente suya y le dice: “Sígueme”.
Dice la Palabra que Mateo, “se levantó y lo siguió”. Y es que este cobrador de impuestos, odiado por su pueblo judío porque lo consideraban un traidor por trabajar para el imperio romano; y detestado por considerarlo extorsionador por lucrarse con el cobro de impuestos a costa de sus hermanos judíos, este hombre que tenía hasta entonces su corazón puesto en el dinero, es tocado en lo más profundo de su ser por la invitación avasalladora de Jesús.
¿Por qué esa mirada de Jesús tiene ese poder transformador en Mateo, capaz de empujarlo a dejar todo y seguir al Maestro? Ah, es que el Nazareno lo mira diferente, lo mira como nadie nunca lo ha mirado antes. Hasta ahora él sólo sabe de miradas acusadoras y resentidas. El Nazareno lo ha mirado diferente; lo ha amado intensamente a pesar de su miseria humana. Mientras otros lo odian, lo detestan y lo desprecian, Jesús lo abraza en su misericordia, y lo ama sin límites.
Por eso no puede resistirse. Decide inmediatamente dejar su trabajo lucrativo, dejar su vida cómoda, desprenderse de todo e irse con Él. Se siente tan agradecido que no sabe cómo responder a la invitación. Lo invita a su casa, le ofrece un gran banquete en el cual incluye a todos los amigos que por supuesto son como él. Por eso los fariseos acusan a Jesús de comer con “pecadores”.
Como sería aquel banquete con “pecadores”. Cómo sería aquella cena donde la gracia y el pecado están presentes, donde la Presencia del Redentor empieza a inundarlo y a lavarlo todo.
De la historia de esta llamada podemos aprender:
1. Jesús nos llama a ser sus discípulos independientemente de quienes somos. Jesús nos ama intensamente y nos acepta cómo somos. Él nos mira cómo lo que podemos llegar a ser. Dejémonos inundar de su mirada. Dejémonos que ella nos penetre hasta lo más profundo de nuestro ser.
2. Jesús, el Maestro, me ha llamado a mí, te ha llamado a ti, y ha llamado a otros a través de nosotros. Igual que Mateo que preparó un banquete para Jesús, y en el cual incluyó a sus amigos, nosotros debemos también invitar a otros al Banquete de la Santa Misa, a los Sacramentos, a los grupos de oración.
3. Mateo, el odiado por los demás por lo que hacía, llega a ser uno de los apóstoles elegidos de Jesús, y autor del primer Evangelio. Como él, debemos dejarlo todo, sobretodo aquello que es una barrera en la relación entre Dios y nosotros. Si queremos ser sus discípulos, tenemos que empezar a soltar y dejar. Es entonces que nuestros corazones van a abrir espacio para el Maestro.
4. ¿Estamos preparados para responder a la mirada y llamada de Jesús al decirnos: “Sígueme”?
4.Si quieren seguirme, tomen su cruz…(Marcos 8,34)
¿Cuántas cruces tenemos? Una vez me visitó uno de mis hermanos en mi casa, y al ver crucifijos por todos lados exclamó: “Aquí no hay forma de que entre el diablo, sale espantado con tantas cruces!” Ah, y eso que no miró mi gaveta. Las tengo de todos los tamaños y diseños para ponérmelas en el cuello.
Los cristianos católicos amamos la cruz. Nos fascina tenerla en nuestras casas y llevarlas al cuello. Nos deleitamos al entrar a la Iglesia, tomar agua bendita en nuestros dedos, y persignarnos con la señal de la cruz. Nos hacemos la señal de la cruz al levantarnos, al acostarnos, antes de comer, y cuando tenemos un gran apuro.
En el tiempo de Jesús, la cruz era señal de ignominia. Significaba ser marginado, pecador, perseguido y hasta se corría el riesgo de perder la vida.
Cuando Jesús nos dice: “Si alguno quiere venir detrás de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” está invitándonos a unirnos a su mismo destino: a dejarlo todo para ser como él, y a estar dispuestos a sufrir como Él.
Negarse a sí mismo significa adornarse con la cruz de Cristo por afuera y por dentro. Afuera, en la pared, en el altar, en el cuello, se ve deslumbrante y llamativa. Sentimos que nos protege y que nos acerca al Maestro. Pero es adentro en el corazón donde está la realidad del discípulo. Es en la profundidad del corazón donde el Maestro nos habla y nos pide que dejemos esto y aquello que es una barrera en nuestra relación con él. Muchas personas dicen: “Yo no mato, no robo, no le hago daño a nadie”, y viven conformes con esta realidad. El discípulo de Cristo ya no habla de los “No” en este sentido. Habla de los “No” al orgullo, al chisme, a la envidia, a los celos, al deseo de poder, a los apegos. El discípulo toma la decisión de decir “Sí” a lo que el Señor nos pide. Ah, y esas respuestas pueden causar verdaderos desgarres.
A medida que voy madurando en edad y en los caminos del Señor me he dado cuenta que el Maestro nos va cambiando la ruta que nos lleva hacia Él. En mi caso personal he experimentado que en el campo del servicio me ha llamado a ejercer diferentes ministerios; y luego, después de un tiempo, cuando ya me siento cómoda y feliz con lo que estoy haciendo, el Señor me pide que le entregue lo que tengo y lo que hago. Y luego me recuerda que yo estoy en Sus Manos, que es Él quien tiene el mapa de mi vida, y que el “hacer” no es lo que me acerca más a Él; sino el “ser”.
¿Recuerdas el pasaje de Marta y María? Allí está bien definida la diferencia entre el hacer y el ser. Jesús le dijo a Marta, quien estaba ocupada en tantas cosas, que María, sentada a los pies del Maestro, había escogido la mejor parte. Ella está “siendo” la discípula, está contemplando y escuchando al Maestro. Y es que el discípulo puede olvidar su papel principal que es la oración y dedicarse solamente a la acción.
En el camino del discipulado podemos tomar la cruz para adornarnos solamente, y no para cargarla. Como adorno es muy linda, ¡pero cuidado!, puede estar llena de vanidad y de otros tantos apegos. Jesús nos quiere a nosotros, quiere que nos entreguemos como ofrenda, como sacrificio santo. (Romanos 12,1).
¿Señor, de qué me tengo que desprender? ¿Cuál es la cruz que debo cargar cada día? Maestro, recuérdame siempre que mi llamado primordial es ser tu discípulo; dame la fuerza para desprenderme de todo lo que no es tuyo, y ayúdame a llevar mi cruz con paz y alegría.
5.Lávense los pies unos a otros…(Juan13,14)
Estando de paseo con mi familia en un puerto de una playa de Ecuador tuvimos una experiencia muy singular. Decidimos tomar un barquito que nos llevaría a alta mar a observar el despliegue de las ballenas que viajan desde la Antártida para traer al mundo sus crías en aguas tropicales.
Para llegar al barquito, por no haber un muelle, hay que quitarse los zapatos y caminar con los pies descalzos sobre la arena y luego sobre las olas, las cuales lavan los pies. Al regreso, mientras caminábamos con los zapatos en la mano y con nuestros pies cada vez más enterrados de arena, no podíamos creer lo que nuestros ojos estaban viendo. Un grupo de niños, también descalzos, nos esperaban con una gran sonrisa en sus rostros infantiles, y con un baldecito lleno de agua fresca en sus manos. Nos preguntábamos que buscaban. En cuanto terminamos nuestra caminata por la arena humedecida, y ya pegada en nuestros pies, los niños corrieron hacia nosotros, preguntándonos con voz anhelante: “¿Puedo lavarte los pies?.” Nos miramos, no sabíamos que hacer ya que cada uno de nosotros tenía 2 y 3 niños implorando con sus ojitos y sus vocecitas que les permitiéramos lavarnos los pies. Sus ropas reflejaban la pobreza en la que vivían, y la gran necesidad que tenían de una propina. Decidimos decirles sí al primero, sí al segundo, y sí a todos los que nos rodeaban. -No recuerdo que nunca nadie me haya lavado los pies tantas veces.
Esta vivencia se quedó grabada en mi mente para siempre. Reflexionando en ella y haciendo un paralelo con el mandato de Jesús, aprendí lo siguiente:
1) Hay una gran humildad tanto en el que lava los pies, como en aquel a quien se le lava los pies. El servicio es de dos vías, y tanto los que sirven como los servidos deben tener el corazón desprendido de la arrogancia y reconocer que por ser criaturas de Dios todos somos iguales, dependemos totalmente de Él, y nos necesitamos unos a otros. Nosotros somos sus discípulos y nos corresponde servir al otro; pero también nos corresponde aceptar con humildad la ayuda del otro cuando la necesitemos. Jesús nos confirma esto, a través del diálogo que tuvo lugar entre Él y Pedro: “Señor, ¿cómo vas a lavarme tú a mí los pies?” Jesús le contestó: “Lo que estoy haciendo, tú no lo puedes comprender ahora; lo comprenderás después”. Pedro insistió: “Jamás permitiré que me laves los pies”. Entonces Jesús le contestó: “Si no te lavo los pies, no tendrás parte conmigo”
2) El servicio debe hacerse con alegría. Me inspiro cada vez que recuerdo el rostro sonriente de los niños, y aunque ellos esperaban una propina, se notaba que disfrutaban lo que estaban haciendo.
3) El servicio debe ser incondicional, sin esperar nada a cambio. En el caso de los niños ellos esperaban una propina, sin embargo no le pusieron precio. Se conformaron con los que se les diera.
4) La gratitud es un factor importante en el servicio. Es cierto que éste debe darse sin esperar nada a cambio; pero el que recibe el servicio debe tener un corazón agradecido, darle gracias a Dios por inspirar a otros a ayudarnos, y darle gracias al otro por seguir el llamado del Señor a servir.
5) Los discípulos de Jesús debemos servir a los demás por Jesús, en el nombre de Jesús, y cómo Jesús. -Esto es lo que nos diferencia de los que quizás sirven por intereses propios, o se hacen servir con intereses también egoístas- Sigamos el mandato del Maestro: “Si yo que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.”
6.Vayan y hagan discípulos (Mateo 28,19)
El Señor Jesús escogió sus discípulos mirándolos a los ojos y diciéndoles: “Síganme”. Ese fue el encuentro personal de cada discípulo con Él. Ellos recibieron un entrenamiento del Maestro día a día, y conviviendo con Él, aprendieron cada vez más de Él. Les enseñó con palabras y con hechos. Y para que tuvieran poder para cumplir su mandato de “Vayan y hagan discípulos” les envió su Espíritu Santo después de su partida. A partir de entonces aquellos discípulos cambiaron el mundo conocido de aquel tiempo a través de la predicación y del testimonio personal. Llevaron la Buena Nueva al mundo proclamando con palabras y con obras que “Jesús es el Señor, que dio su vida por ti y por mí, que Él resucitó y que por tanto, Él es nuestra salvación”. El mensaje les costó la vida a la mayoría de ellos.
También a nosotros, a ti y a mí, El Señor nos ha elegido, nos ha llamado a ser sus discípulos. Nos ha hecho vivir en el Monte Tabor a través de un encuentro personal con Él. Nos ha pedido convivir con Él a través de una vida permanente de oración, de las Sagradas Escrituras, de los Sacramentos, y de los encuentros con nuestros hermanos. Nos ha dado el regalo de nuestra Iglesia para que juntos celebremos sus santos misterios, y especialmente la Eucaristía en la Santa Misa dominical. Nos ha dado el regalo de los grupos de oración para que allí experimentemos el vivir en una comunidad de discípulos, alabando al Señor y apoyándonos los unos a los otros.
Sin embargo, el discípulo debe ser al mismo tiempo como María y Marta, dos mujeres del Evangelio. Como María, sentándose a sus pies para nutrirse de Él, y como Marta, sirviendo a los demás en acción. Es decir, el discípulo debe practicar diariamente la acción contemplativa, lo cual significa actuar respirando a Cristo en cada acción que ejecutamos.
En las diferentes etapas de mi vida, el Señor me ha llevado a evangelizar de diversas formas. En mi casa y en mi familia, tanto la de este país donde vivo, como la del país que me vio nacer, el Señor me ha indicado que es con mi testimonio personal de amor, de comprensión, y de servicio, más que con palabras, que debo evangelizarlos. En la Iglesia, el Señor me ha llevado a entender que mi ejemplo de oración y servicio son las mejores armas de convencimiento. Me ha llevado también a comprender que la prédica de la Palabra cuenta muchísimo. La gente va a nuestras Iglesias voluntariamente buscando consuelo, paz y ayuda. Es en nuestras Iglesias y en nuestros grupos donde más libremente podemos hablarles de Cristo y llevarlos a una experiencia personal con Él. En nuestros trabajos podemos llevar a Cristo a los demás de diferentes maneras, dependiendo de las circunstancias. El testimonio de vida sigue siendo la mejor forma. En las escuelas públicas de Nueva York donde trabajé por muchos años no podía enseñar nada sobre Dios, sin embargo, mi manera de hablar, de actuar, y de tratar a los demás me identificaba como una seguidora de Cristo, dejando así siempre Su Nombre muy en alto, y animando a otros a tratar de saber quién es Él. En otra forma, he salido y salgo en misiones, y qué gratificante es llevar la Palabra. También hoy, tengo la dicha de ser abuela, y aprovecho cada encuentro con mis nietecitos para transmitirles el gran Amor que Dios tiene por ellos.
El desafío del discípulo es la evangelización. Y es que esta no es una opción, es un mandato. Nosotros, los discípulos, debemos hacer más discípulos. Nuestra Iglesia lo confirma en “Lumen Gentium”/”Luz de las naciones”, uno de los Documentos del Vaticano II. Nos dice que por ser Cristo la luz de los pueblos, “la Iglesia existe para evangelizar.”
Llevar otros a Cristo es nuestra misión, pero no lo podemos hacer sin el poder del Espíritu Santo. Pidámosle al Maestro que nos bautice con su Santo Espíritu cada día, cada momento de nuestras vidas. Espíritu Santo, ¡Ven!
7.Como formar una comunidad de discípulos
El mejor modelo de cómo formar una comunidad de discípulos lo encontramos en los Evangelios. Jesús es el maestro que nos enseña cómo hacerlo. Los pasos de su metodología son simples y sencillos:
1) Jesús llamó a sus discípulos en una forma muy personal. Los invitó a seguirlo, mirándolos a los ojos y llamándolos por sus nombres.
2) Respetó la libertad de ellos. A ninguno obligó a seguirlo. De hecho, algunos lo rechazaron. -El joven del Evangelio prefirió sus riquezas a ser discípulo de Jesús.
3) No intentó cambiarlos inmediatamente. Los amó y los aceptó cómo eran. La transformación se fue dando en el diario convivir con Él. En este convivir diario, de observación, de escucha, de diálogo, de reproches y correcciones, ellos fueron aprendiendo poco a poco.
4) Siempre los hizo sentirse importantes y amados. Los instruía aparte, contestaba sus preguntas en privado, y los corregía con amor.
5) Respetaba sus deseos, los alentaba a seguirlos, y estaba alerta para ayudarlos si lo necesitaban. -Cuando Pedro quiso caminar, como Jesús, sobre el agua, Jesús lo animó a hacerlo. Cuando vio que se estaba hundiendo, Jesús extendió Su Mano. (Mateo 14, 22-36)
6) También corregía sus deseos e impulsos desordenados con gran paciencia, sin sentirse frustrado, aún después de haberles enseñado ya por tres años. A Santiago y a Juan, junto con su madre, que piden el primer puesto, ocasionando disgusto y rivalidad entre los discípulos, Jesús les explica con autoridad lo que significa seguirlo a Él. (Mt 20,24-28).
7) Canalizaba las personalidades de cada uno. Así, usó la personalidad apasionada de Pedro para hacer de él, el gran líder de su Iglesia.
8) Identificó los dones de cada uno para que crecieran como personas, y enriquecieran la comunidad. Así, usó el corazón dócil de Juan, para llenar su corazón de un gran amor por Él, capaz de seguirlo aún en la crucifixión. Usó la personalidad optimista y desprendida de Andrés para llevar a otros a Jesús, pues fue él quien invitó a su hermano Pedro a seguir al Maestro. (Juan 1:35-42)
9) Descubrió el potencial de cada uno. Así, hizo de Mateo, el cobrador de impuestos, pegado del dinero, y odiado por los demás, el primer escritor de sus palabras y obras. Jesús sacó a flote lo mejor de él. Más tarde, Mateo usaría la preparación que tenía en cuanto a las Escrituras Sagradas, para comprobar a través de su Evangelio, que Jesús es el Mesías prometido en el Antiguo Testamento.
10) Entre los doce, escogió a tres, para afianzarlos más en el discipulado. Pedro, Santiago y Juan, participaron con Él en el Tabor, en la resurrección de la hija de Jairo, y en Getsemaní. Y es que en una comunidad de discípulos el líder necesita compañeros fieles que lo ayuden y lo acompañen en las buenas y en las malas.
11) Entre los doce, también hubo un traidor. Sin embargo, Jesús no lo sacó de la comunidad. Él respetó su libertad. Fue Judas quién decidió dejarlo.
Los Evangelios nos dan muchas más enseñanzas de cómo Jesús formó la comunidad de discípulos, para luego enviarlos a predicar la Buena Nueva, no sin antes llenarlos del Poder de Su Santo Espíritu.
Escogió a doce para empezar la obra, y esa obra lleva ya más de dos mil años. Si nos formamos nosotros, y formamos a otros, uno a uno, poco a poco, la obra del Señor seguirá por la eternidad. Clamémosle a Él: ¡Haznos discípulos tuyos Señor. Llénanos de tu Santo Espíritu!
8. Vida en Comunidad, Como Crecer en Amor y Unidad
La vida en comunidad presenta grandes bendiciones; pero también grandes retos. Me remonto a mi juventud cuando viví por dos años con una congregación de misioneras, buscando ser una de ellas. Recuerdo el calor humano, el compañerismo, la presencia de Dios en medio de la oración y de la vida en comunidad en general. Pero también recuerdo lo difícil de convivir con hermanas que pensaban diferente, o que simplemente no nos caíamos bien.
Mi vocación en la Congregación no maduró, quizás porque a mis 17 años no estaba segura todavía de lo que buscaba. Sin embargo, la semilla que no llegó a crecer entonces, ha madurado y crecido en otros pastos. La búsqueda por la vida en comunidad sigue latente. Mientras más avanzo en los caminos del Señor, más me convenzo de la necesidad de una comunidad que nos acompañe en nuestro caminar por la vida
Cada ser humano ansía tener compañía. No es casualidad que la gente busque integrarse a organizaciones, malas o buenas; o que los jóvenes se integren a pandillas. Tampoco es casualidad que muchos hermanos se integren a iglesias que son primariamente comunitarias.
Nuestra Iglesia Católica nos ofrece la participación en muchos grupos. Aquí encontramos los grupos de oración, donde se pueden formar verdaderas comunidades de amor y .apoyo. Un grupo de hermanos, enraizados en Jesús, son la mejor compañía que podemos tener para llegar a la meta.
La pregunta para todos es: ¿cómo nos mantenemos dentro de un grupo, especialmente cuando surgen las dificultades? Se puede llegar a sufrir traiciones, celos, envidias. En primer lugar, nos ayuda recordar que esto es normal porque llevamos la carne dentro de nosotros. Hasta San Pablo dice en Romanos 7,19: “No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.”
Jesús, que sabe nuestra debilidad, nos sale al rescate y nos da la respuesta en Juan 15,4: “Permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes.”. Él jamás nos abandonará ni nos decepcionará. Es preciso mantener los ojos fijos en Cristo, dejándose bañar por Su Amor y por el fuego de Su Espíritu Santo. Él nos ayudará a ser pacientes, comprensivos. y humildes. Una actitud de bendición para todos y oración por todos, dando gracias y alabando al Señor por ellos, es la mejor receta para sanarnos y cumplir el mandato del Señor de amarnos unos a otros.
¿Cómo pueden los pastores o líderes de grupo ayudar a mantener las buenas relaciones y conservar el grupo en amor y unidad? Ah, ese es el gran reto que tienen los dirigentes. Estudiemos y analicemos lo que hizo Jesús. Él siguió varios pasos:
1) Se retiraba a orar a solas con su Padre. De aquí sacaba la fuerza necesaria para continuar la misión.
2) Aceptó y amó a sus discípulos cómo eran.
3) Los instruía a solas, dándoles atención individual después de haber predicado a las multitudes.
4) Los reprendía si era necesario.
5) Día a día nutrió la relación con cada uno de ellos; y entre ellos.
6) Los amó hasta el final Cuando las comunidades son grandes, el reto es más difícil. Aprenderse los nombres de cada ovejita que asiste al grupo es un desafío para cada coordinador o servidor. Sin embargo, es muy reconfortante para una persona escuchar ser llamada por su nombre. Por eso, éste es el primer principio y regla que toda comunidad debe seguir, si quieren romper el hielo y empezar a nutrirse en oración, amor y diálogo. Formar a otros colaboradores o servidores que ayuden en el pastoreo es también muy importante en todas las comunidades.
Orando y escuchando la voz del Señor, aprenderemos mejor a vivir en comunidad.
9. Tipos de Liderazgo dentro de la Comunidad de Discipulos
El líder, dirigente o pastor de un grupo es responsable por la unidad del grupo. El líder debe llevar al grupo a una unidad de pensamiento, visión y misión, de tal manera que el grupo trabaje unido, empujando hacia la misma meta. Las principales funciones de un dirigente de grupo son:
1) Crear, conservar y fortalecer la unidad del grupo;
2) Llevar a cabo las tareas para las cuales el grupo fue creado;
3) Identificar y desarrollar los dones de los miembros del grupo
4) Formar discípulos y capacitar otros líderes
Para lograr poner en práctica estas funciones, y llegar a ser un buen líder, vamos a analizar algunos modelos de liderazgo:
- A) EL LIDER AUTORITARIO. Da órdenes, ni escucha ni facilita el diálogo. Puede llegar a manipular a los miembros usando a su conveniencia el concepto de obediencia. Esto puede crear resentimientos, y por consiguiente afectar su relación con los miembros del grupo.
- B) EL LIDER PATERNALISTA. Se preocupa de las necesidades del grupo, atiende y resuelve las necesidades de los miembros con el afán de proteger el grupo. Esto lleva a la visión falsa de que está fomentando la unidad; pero en realidad todo depende de él. Puede ser que pide la opinión de los demás, pero termina haciendo lo que él piensa. El líder paternalista no enseña a los demás, no desarrolla el talento o dones de los miembros del grupo. El liderazgo paternalista paraliza la iniciativa creativa y el sentido de responsabilidad personal, ya que crea una actitud de dependencia. Es por eso que cuando este líder ya no está, el grupo tiende a dispersarse, porque ningún otro miembro del grupo tiene la capacidad, conocimiento, experiencia o iniciativa para tomar su lugar.
Un liderazgo paternalista puede fomentar una unidad superficial. Los miembros pueden sentirse positivos y seguros de tener un líder con sentimientos de padre. Sin embrago, no crecen como debieran, debido a la relación de dependencia del líder y a la poca responsabilidad que se les da. No existe la unidad que debe haber entre iguales.
- C) EL LIDER SÁBELO TODO. Esta actitud de superioridad va a crear un ambiente de inconformidad y quizás de inferioridad en algunos miembros, quienes no van a sentirse libres para exponer sus ideas. El líder va a quejarse de que nadie contribuye ni participa. Por consiguiente, esto va a afectar la unidad del grupo y la ejecución de las tareas del grupo.
- D) EL LÍDER ORQUESTA. Igual que el líder que cree saberlo todo, este proceder paraliza los talentos de los miembros del grupo. El líder puede quizás hacerlo por un deseo de servir, pero esto no va a dejar crecer a los miembros y el grupo no va a desarrollar. El líder va a culpar a los demás que no lo ayudan.
Estos tipos de liderazgos: autoritario, paternalista, sábelo todo, y orquesta, tienen en común el pretender mantener el control. En vez de mantener la unidad, la provocan. Los miembros se resienten, murmuran, y terminan dividiéndose.
- E) EL LÍDER- PASTOR-SERVIDOR. El verdadero líder no es aquel que está en control, o en una posición. El verdadero líder es aquel que tiene un verdadero espíritu de servicio, no el que domina más a la comunidad. El líder-pastor-servidor busca el bien y la transformación de cada miembro, y por tanto de toda la comunidad. Actúa como un buen pastor, El rol pastoral bíblico no tiene que ver tanto con autoridad, sino con apacentar y enseñar. (Ezequiel 34, 1-16)
Los pastores aparecen en el número cuatro de la lista de dones espirituales de Efesios 4. Junto con otros dones, forman parte de la integración de los dones espirituales del liderazgo. Quiere decir que necesita los otros y de otros para complementarse.